Hola,
Salmos 107:28-29 “Entonces claman a Jehova en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego y se apaciguan sus ondas.”
Cuando las tormentas de la vida azotan, podemos sentirnos absolutamente impotentes, como si una ola más nos fuera a tirar del barco al agua. Nos ponemos frenéticos y asustados, preguntándonos si Dios nos ha olvidado. Muchas veces creemos que Dios nos ha abandonado porque, al orar, le presentamos nuestras necesidades y temores y no recibimos alguna respuesta. Pero el silencio de Dios no quiere decir que El nos dejo solos. En muchas ocasiones el silencio de Dios implica que El esta trabajando. Esta moviendo las piezas necesarias para cumplir grandes propositos en nuestras vidas. Este silencio de Dios es necesario. No implica en absoluto que El nos haya abandonado sino mas bien que esta presente en nuestras vidas. Pero tambien nos deja un espacio a solas para que podamos reflexionar sobre nuestras vidas.
Algunas veces cuando recibimos respuesta de Dios, nos sorprendemos. Primero que todo, El se deja sentir su presencia y muchas veces su presencia nos toca de una manera tremenda. El nos dice “¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no tengáis miedo! (Mateo 14:27). El sabe exactamente lo que hace. Por eso es importante confiar en El y tener fe de que todo se resolvera segun su voluntad. Esto tambien hara que nuestra fe sea mas grande que nuestro miedo.
Dios dirige nuestros pasos y los hace seguros. No tenemos que preocuparnos de hacia dónde vamos porque sabemos quién nos guía. Está bien admitir que tenemos miedo o que estamos fuera de nuestro elemento. Pero dejemos que nuestra fé esté sobre ese miedo que sentimos y confiemos en el Señor; “cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza (Salmos 56:3). Podemos confiar que Dios está con nosotros así como nos dice la palabra en Isaias 41:10 “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa.”
Él camina con nosotros en la tormenta. Dejemos que Jesús calme los mares de nuestros corazones. Él está dispuesto a caminar en medio de tu tormenta. ¿Confías en Él lo suficiente como para dejar que El entre en tu corazon?