¿Alguna vez has mordido un plátano que no estaba del todo maduro? Es una sensación frustrante que deja un regusto desagradable. Nuestro pasaje de hoy revela que una característica definitoria de ser bendecido es dar fruto a su tiempo. Los agricultores suelen cosechar la fruta temprano para que madure en el camino hacia el mercado. Pero nuestro Dios es un jardinero amoroso que nos nutre con ternura y nos permite crecer hasta la madurez, produciendo frutos dulces, deliciosos y maduros aptos para el consumo. Debemos resistir la tentación de forzar la maduración de nuestras lecciones de vida y aceptar humildemente que las estaciones de Dios pueden no coincidir con nuestros horarios personales.
Y no solamente eso, nosotros mismos tenemos que poner de nuestra parte. Espererar pacientemente en el Señor. Trabajar con fe, esperanza, esmero, paciencia, y de forma comprometida. Dejarte llevar de lo que Dios te proponga y seguir su voluntad. Te sentiras pleno, gozoso, y sabras que el fruto que des sera por obra del Señor.
A medida que aprendamos a confiar en Su tiempo, daremos fruto en el momento adecuado, tendremos hojas que nunca se marchitarán y todo lo que hagamos prosperará. Dejar de lado nuestra agenda personal libera nuestras manos para abrazar el proceso diseñado por Dios. Plantar, cosechar y prosperar no sucederá en el mismo día. Cuando nos plantemos de forma segura junto al Agua Viva, seremos nutridos por la rica tierra de Su palabra, ¡para que en Su momento perfecto prosperemos!